La Torre de la Iglesia

Compartir:

La torre de la iglesiaEl 14 de Septiembre de 1896, coincidiendo con las fiestas patronales del Santísimo Cristo del Amparo, se dio por concluida e inaugurada la airosa y pétrea torre parroquial. Su construcción y remate fue tan azarosa que pareciera un novelón.
Como es cosa frecuente en nuestra historia patria, también aquí acabaron “topando” la Iglesia (el cura) y el Estado (el alcalde). Para fortuna nuestra han quedado dos extensos y sabrosos relatos del proceso, elaborados respectivamente por cada una de las partes del litigio.
Se inició la construcción el 1 de abril de 1892 con un presupuesto global de 7.000 reales (17.500 pesetas), aunque tan sólo en caja había en aquel momento 1.000 pesetas, fruto de las aportaciones de los vecinos y la promesa del Sr. Obispo de Cuenca de aportar 6.800 reales (1.700 pesetas), parte al comienzo de las obras, parte a su término. Se creó una Comisión Gestora integrada por don Antonio José Dolz, párroco y presidente honorario; don Felipe Sacristán García, también presidente honorario; vocales natos todos los once concejales y el secretario del Ayuntamiento, don. Jacinto Navarro Ortega. Como tesorero fue nombrado D. Germán García Jiménez, profesor de Primera Enseñanza.
Para la construcción se contrató al maestro albañil D. Manuel Boch que había labrado, con general satisfacción la torre de Casa Altas. Este “extrajo, picó y labró la torre hasta el alero del tejado de la iglesia, muriendo repentinamente en Narboneta”.
El segundo cantero fue D. Vicente Villaplana “maestro albañil de Landete; obró desde el alero del tejado de la iglesia hasta dejar colocada la última cornisa, muriendo repentinamente en Narboneta”.
El tercer cantero fue D. Dionisio Villanueva “maestro albañil de Henarejos que echó la cubierta de la torre. Murió repentinamente en este último pueblo, poco tiempo después de terminarla.
Los materiales empleados procedieron de las canteras (Los Barrancos, La Porteruela, La Umbría del Llano, Las Lomillas) caleras (Corral del Moreno, la Charca de San Martín de Boniches) alfarerías (alfar de Joaquín García) maderas (pinares de Fuentelespino, carrascas de Las Solanas) locales o fueron adquiridas en pueblos cercanos: yeso en canto en Landete, cinc en Utiel. La veleta de la torre la hizo y regaló el maestro cerrajero y vecino D. Miguel Pérez.
Las discrepancias cura-alcalde, larvadas mientras duraban las obras, estallaron al tratar los remates: el alcalde quería un capitel digno de tan airosa construcción. El cura quería terminar cuanto antes y como fuera “porque el pueblo estaba muy cansado de la prestación personal, maldecía de su iniciador y no había fuerzas humanas que les hicieran entrar nuevamente por el camino de la obediencia…”.
Parece ser que el señor cura, por su cuenta y riesgo y sin consulta a la Comisión Gestora, mandó desmontar los andamios, alegando que las maderas y lías estaban podridas, e hizo con los despojos encender hogueras de celebración…
La torre quedó así después de cuatro años del comienzo, inconclusa, con esa extraña pirámide de cinc que desflora el conjunto.

(Revista MOYA 1996, número 4, pág. 9)

– Rafa Hinarejos nos remite otra composición, realizada por él mismo sobre los avatares en la Construcción de la Torre Parroquial y que escribiera su tatarabuelo, allá por el año 1896.

Crónica construcción de la Torre.pdf

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *