La Caza
Fuentelespino siempre ha sido un pueblo rico en caza: codornices en el verano y perdices, conejos, liebres.. el resto del año en que estaba permitido.
Esta era la caza tradicional: cazadores equipados con “cananas” repletas de cartuchos, escopetas y siempre con sus perros recorrían el amplio término en busca de las codiciadas piezas. Casi siempre al atardecer se les veía venir ya cansados pero con sus morrales llenos y a veces colgando varias piezas sobre su costado.
Fue siempre tradición “los ojeos” persiguiendo a las zorras sobre todo, animal muy abundante y prolífero que atacaba con frecuencia a la crías del ganado principalmente. Todos los participantes: cazadores y ojeadores se reunían a la salida del pueblo, marchando al lugar previamente acordado. Los cazadores aguardaban escondidos en lugares estratégicos mientras los ojeadores provistos de caracoles, platillos u otros artefactos que producían un ruido estrepitoso.
Las zorras u otros animales huían de este gran estrépito, deslizándose a gran velocidad por los montes llenos de pinos, encinas y otros arbustos. Aquí esperaban los cazadores apostados estratégicamente, disparando a todas cuantas piezas aparecían. Durante el día solían hacerse 2 o 3 ojeos, regresando al pueblo al finalizar, celebrándolo por la noche, transportando por el pueblo las piezas conseguidas. Exponiéndolas sobre un palo sostenido por dos jóvenes, las paseaban por el pueblo, sobre todo por donde vivían los ganaderos que entregaban siempre dinero o algún otro presente en especie por haberse visto favorecidos al haber eliminado alguno de los devoradores de sus crías de corderos.
Las personas que habían participado en el “ojeo” lo celebraban al final con una gran cena y fiesta entre amigos.
Algún poeta del pueblo, sobre todo Clementino Zapata escribió sus poesías, detallando anécdotas con los aciertos y errores ocurridos.
Si queréis leer estas poesías, pinchad en los enlaces: