Trabajo de los jóvenes y sus juegos
En las décadas posteriores a la guerra civil, los jóvenes solían ayudar a sus padres y abuelos en los trabajos del campo: segar, escavar, escardar, recogida de la uva o recogida también de legumbres: lentejas, garbanzos, guijas, etc. Con 10 o 12 años ya los incluían en el grupo de segadores “peones” llevando como todos su “surco” cortando con la hoz la “miés” igual que los mayores. También se recogían en cestas los llamados “arbolitos”, variedades de plantas: cardos, cardillos, ababoles, que cocidas en calderas servían de alimento a los cerdos.
Igualmente se enviaban a los jóvenes a buscar collejas, «peripotes» y en el otoño setas y hongos. Acompañaban también a los mayores en la recogida de leña: romeros, aliagas, extracción de cepas, etc. Se recogía el rastrojo que se llevaba a las cuadras, donde estaban los mulos, burros, yeguas, cerdos, etc.
Era frecuente ver en los meses de agosto y septiembre grupos de niños y niñas cuidar a sus respectivos “mansos”: corderos, cabritos, cabras y ovejas que pastaban por los rastrojos.
El respeto a los sembrados por el ganado era vigilado por los antiguos “guardas” que sancionaban con las famosas “denuncias” si se invadía alguna plantación ajena.
Las distracciones o juegos de entonces por los niños eran muy simples y no empleaban ningún tipo de juguetes. A veces se conducía un aro guiado por un gancho metálico. Se jugaba al “rolde” con tejas y cartones (parte exterior de una caja de cerillas) el “bolillo”, poniendo sobre él alguna moneda llamadas entonces “perra gorda»: (10 cents) y “perrilla” (5 cents.). Se jugaba a la pelota en el “trinquete” de la plaza, a “los guardias”, a la “toña”, al “chompo” a “pillar”, al “galope”, a la “taba”.